Abstract:
Que el envejecimiento de la población es un resultado directo de mejoras en la longevidad es una percepción equivocada muy común. Así mismo, la presencia de muchos superancianos en una población a menudo se toma erróneamente como prueba de excepcional longevidad.
En demografía sabemos que cantidades relativamente grandes de super ancianos pueden ser más el resultado de una baja fecundidad durante largo tiempo o de flujos excepcionales de migrantes en el pasado, que el de una alta longevidad. También puede ser, simplemente, el resultado de inflación de cifras de personas de edad avanzada, es decir, de malos datos. Por ejemplo, los reportes de observadores casuales sobre una excepcional longevidad en comunidades de los Andes y del Cáucaso, no han resistido el escrutinio científico (Garson, 1991).
Para decir cuán longeva es una población uno debe mirar las probabilidades de sobrevivencia en edades avanzadas o debe estimar la esperanza de vida a esas edades. Llevar a cabo esas observaciones no es, sin embargo, tarea simple. A menudo los datos no se tabulan más allá de las edades 80 u 85 y los errores en la información son frecuentes. En particular, los demógrafos saben bien que la exageración de la edad entre los adultos mayores en los censos infla sustancialmente la población de edades más avanzadas (Coale y Kisker, 1986; Preston et al., 1999).