Resumen:
Durante la década de los 70 la mortalidad de Costa Rica prácticamente ha cerrado la brecha que le separaba de la de los países más desarrollados. Se estima que en 1980 la expectativa de vida al nacer de un costarricense es de casi 73 anos (2). Esta cifra es superior a la de la Unión de Republicas Socialistas Soviéticas (70 años) y Europa del Este (71 años), semejante a la de Europa Occidental (73 años) y Estados Unidos de América (74 años) y cercana a la marca mundial que actualmente ostenta el Japón con 76 anos (3).
Costa Rica ha terminado, pues, con el determinismo que su condición de subdesarrollo ejercía sobre las oportunidades de sobrevivencia de sus habitantes. Al inicio de las acciones
en el campo de la salud pública—en la década de 1920—el país tenía una esperanza de vida
al nacer de 23 años menor que la de las naciones más desarrolladas (35 contra 58 anos
en 1920). Desde entonces las distancias se han venido acortando. La época mas fructífera en este aspecto fue en las décadas de 1940 y 1950. En ellas la irrupción de nueva tecnología
sanitaria de bajo costo y alta eficacia (el DDT y antibióticos, especialmente), permitió
que el país pasara de una esperanza de vida al nacer de 47 anos en 1940 a una de 63 anos en
1960, sin que se registraran al mismo tiempo grandes mejoras en el nivel de vida de la
población. El progreso de años recientes no es, por lo tanto, el mayor de la historia de la
mortalidad costarricense. Sin embargo, tiene un carácter excepcional, porque ha ocurrido
en niveles en los que el avance es mucho mas difícil y costoso, en una época en que muchos países muestran signos de estancamiento o de desaceleración del descenso de la mortalidad (en Costa Rica, durante el decenio de 1960 los logros fueron muy modestos).