Resumen:
Es un hecho reconocido que en las últimas décadas, en el contexto de una segunda ola de globalización (Solinamo, 2004), la migración internacional no sólo ha aumentado su ritmo sino también sus formas, las categorías de inmigrantes y los destinos se han diversificado. El aumento de la movilidad de personas acompaña los procesos de globalización contemporánea que intensifican la apertura económica, la movilidad de capital y un desarrollo sin precedentes de la tecnología y sistemas de información. Por lo tanto, el actual ciclo de globalización está matizado, entre otros aspectos, por las nuevas tecnologías en transporte y telecomunicaciones, las cuales han atenuado el costo del desplazamiento y configuran un complejo sistema de redes sociales transnacionales que mantienen estrechos vínculos entre emigrantes y residentes en las comunidades de origen (Pellegrino, 2003).
La gran diversidad de experiencias migratorias y los distintos niveles de análisis convergen en la ausencia de un marco teórico uniforme en la amplia literatura sobre migraciones contemporáneas. Sin embargo, Alejandro Portes (1997) afirma que los fundamentos de la migración se arraigan en la política económica, nutridos por las desigualdades macro-estructurales, tanto por el mercado de empleo entre países y regiones, como por las micro-estructuras de apoyo creadas por las y los inmigrantes mismos a través de las fronteras políticas.